* A cerca de la nueva sentencia en el Juicio por Cromañon
Los pibes se nos fueron. Se quemaron, se asfixiaron.
Los padres, las familias, desahuaciados. Inundados de dolor y angustia, rabiosos, esperando justicia. Algunos tramando venganza.
Y la Justicia sentenció con su implacable y foucaultiana moneda: Condena y Cárcel. Castigo a los culpables.
Todos parecen pagar sus culpas. En mayor o menor medida, según quien lo considere. Pero todos van a pagar. Desde los políticos inoperantes y/o corruptos, pasando por las autoridades de los servicios de salud y emergencias de la Ciudad de Buenos Aires, la policía y los bomberos, hasta el dueño del boliche y los músicos productores.
El sistema hizo agua por todos lados. Perdón, el sistema hizo fuego.
Nos quemó. Y Nosotros nos dejamos asfixiar una vez mas por los medios de incomunicación y sus periodistas fantoches.
Que el rock, que las bengalas, que los pibes, que el porrito, que la birra, que las banderas…
Hay lugares, dolores, heridas y errores, a los que la Justicia, ordinaria y fría, no ajusticia.
Hay rincones, complejidades, densidades y grises, que no llegan a ser sanados, ni reflexionados, ni solucionados, con una Condena de Cárcel.
Y nosotros, Colectivo, Sociedad, nos dejamos asfixiar.
Una vez mas, no nos dejaron pensar juntos. Pensar entre todos Cromañon.
Permítanme con mucho respeto, decir lo que pocos dijeron:
Omar Emir Chabàn es un tipo que trabajó toda su vida en el underground porteño. Del reviente de los ochentas al agite rockero contracultural de los noventas menemistas, fue, mas que un empresario inescrupuloso que deseaba ganar dinero a cualquier precio, un emprendedor y creador de espacios culturales por donde pasaron la gran mayoría de los artistas de la actual cultura popular, sobre todo los del rock y sus aledaños.
¿Era dueño de un boliche que tenía las puertas de emergencias cerradas con candados?, sí. ¿Era la cara y el responsable de Cromañon?, sí.
Callejeros, mas que una banda de rockeros sedientos de lujos y billetes u organización macabra de asesinos piromanìacos, era un grupo de pibes de Villa Celina, que armaron su proyecto musical y pasaron muchísimos años sufriendo las penurias que atraviesa cualquier bandita de barrio que desea crecer: no tener lugares ni dignos ni indignos para tocar, pagar fletes, salas de ensayo, volantes de publicidad y estudios de grabación, y golpear puertas de radios y canales de televisión en busca de difusión sin ninguna respuesta.
¿Eran una banda que producía sus propios recitales?, sí. ¿Eran responsable de la seguridad aquella noche?, también.
Podría contar con los dedos de una mano a los músicos que se animaron a decir quién era realmente Emir Chabàn (y lo sabían muy bien) antes de que cualquier argentino conociera su cara monstruosa por la televisión.
Podría también enumerar con los mismos dedos de esa mano a los músicos que envés de levantar la voz y el dedito para juzgar (habiendo jugado durante años a los rockeritos bengaleros), se atrevieron a contar el verdadero entramado mafioso y corrupto del negocio de la música.
Total los pocos "reconocidos artistas" que tuvieron y tienen el micrófono abierto en los medios masivos, son los que tienen bien asegurada su porción de la torta en este negocio de mucho para pocos.
Y los demás que nos jodamos una vez mas. Que sigamos organizando nuestros shows de música en lugares con baños cagados y vomitados, pagando por tocar y soportando los caprichos de cualquier funcionario que legisla con el Prode del lunes.
Pero esta parte de la historia, a cerca de la situación grave que atraviesa a la escena independiente y los shows en vivo (con clausuras masivas, cierres de lugares, el casi nulo estímulo económico para las bandas de parte del Estado y un negocio jugoso repartido entre un par de empresas productoras y boliches que tuvieron el dinero suficiente para pagar todos los requerimientos nuevos de habilitaciones) parece interesarnos solo a un puñado de miles y miles de músicos independientes que remamos todos los días contracorriente, buscando difundir con amor y lógicas distintas de las del mercado capitalista, lo que mas amamos: nuestra música.
Los 194 pibes y pibas siguen asfixiados ahí, en esa noche en la que todos nos morimos un poco. Siguen atrapados en el incendio de una sociedad que pocas veces se anima a mirar para adentro.
Los padres se mueren de cáncer por la rabia y la angustia. Y a los demás nos conforman con Cárcel y Condena. Castigo a los acusados.
Listo. A otro tema. Se hizo justicia. Y que el circo anuncie la próxima función!
Claro que Cromañon no fue ni es un problema de la música, ni del rock, ni de los jóvenes, ni de las bengalas.
Cromañon fue y es un problema de todos. No sólo de los acusados, que pagarán su Culpa según la moneda de la Justicia.
Lamentablemente todos hicimos agua. Perdón, fuego. Y, salvo que nos animemos a escucharnos, a mirarnos y debatir desde la sinceridad y la comprensión, como Colectivo, Sociedad, podremos aprender y transformar todo la muerte de Cromañon en Vida.
Por Leo Parigi, integrante de la banda Karavana
Mayo de 2011