Ya en mi primera semana por estos pagos oí de refilón en la panadería, que era inminente el primer ataque al Mac Donals de Av. San Martín y Juan Agustín García.
Según Silvita la panadera, el golpe se daría por la noche con un Fiat 125 cargado de dinamita incrustándose a toda velocidad en una de las ventanas del Automac.
Otra vez me contó Ervin que el ferretero de la galería lo había acusado de traidor.
Simplemente había fiado a un pobre cristiano que andaba seco en fin de mes. Pero según la gente el individuo era el capo del bando anarco-paternalista.
No tardó después en correr el rumor de que Ervin era el contacto con el gobierno de Evo Morales, que desde Bolivia proveía de armas a los compañeros revolucionarios.
Hasta se comentaba que la verdulería era una pantalla, y que de madrugada, en vez de bajar la fruta y la verdura que traían del Mercado Central, bajaban fusiles, pólvora y hasta granadas!
Una vez me llegó un extraño volante de color rojo adentro del diario del domingo.
Rápidamente fui a aclarar la situación con Gabriel al puesto de diarios de Trelles.
Me dijo que él no sabía nada. Pero por sobre todo que no andaba en cosas raras.
Es verdad, porque con los años descubrí que el único atisbo de clandestinidad de Gabriel, era ser hincha de Vélez en medio de la tierra de los bichos colorados.
Dicen que dicen, que el peruano de la cerrajería tiene un archivo de llaves de todos los garcas del barrio marcados por el movimiento libertario.
Y que Peto, el hijo de Doña Mariana, prepara en su taller por las noches los autos que expropian para dar golpes sangrientos.
Me contó Pamela que en el locutorio últimamente aparece gente que hace llamadas a los destinos más remotos como Irán, Venezuela o Corea del norte.
Al poli de la esquina se lo ve mas preocupado que de costumbre.
Juan Carlos, el viejito del geriátrico, está asustado. Y solo abre la ventana para pedirme un par de cigarros cuando me ve pasar.
Marta la costurera ya no trabaja con la puerta abierta.
Quieren enrejar la placita del Cid Campeador para que los pibes de la murga no ensayen más.
Y en la rockería de la Estación Paternal ya no se puede bailar porque una orden municipal lo impide.
Yo no se si la revolución es inminente.
Yo no se si vienen tiempos de cambio.
Ni siquiera se si a alguien se le cruzó por la capocha que acá en el barrio un mundo mejor es posible.
Pero en algunas mañanas frescas de julio encaro la vida con mi bicicleta y el sol me inunda el pecho.
Y el airecito de jazmines en diciembre se me mezcla con el aceite quemado de los talleres de Warnes.
Los pajaritos de la vía se quedan mudos cuando el tren chirrea contra el metal viejo de los rieles.
Yo no se si algo de todo eso será.
Pero cuando llego machadito por las noches escucho como palabras lejanas.
Como gritos. Y no son gatos en celo peleando por su sexo.
Son como ecos de soledades que se quieren encontrar.Bs.As., barrio de la Paternal, Julio de 2008
Leo Parigi
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